Ficción y realidad –

Mitos, sagas y leyendas

Innumerables Vía crucis mencionan la compasión de la Verónica, que entregó a Jesús un lienzo para que, camino al Gólgota, pudiera limpiarse la sangre y el sudor: a continuación, los trazos de su rostro quedaron grabados en el lienzo. En realidad, se trata de una leyenda del siglo XII. El nombre «Verónica» está compuesto de «vera» («auténtica» en latín) y «eikon» («efigie» en griego): «la efigie auténtica». Se trata de una alegoría, una metáfora basada probablemente en la mujer (Berenike) que se menciona en diversos evangelios y que fue curada de su flujo de sangre después de tocar el manto de Jesús.

Sin embargo, la conciencia de que existía una reproducción de Jesucristo en un lienzo quedó grabada ya mucho antes en la memoria colectiva:

Según diversas leyendas, el rey Abgar V de Edessa (4 a.C. - 7 d. C. y 13 - 50 d. C.) recibió un retrato de Cristo, a través de un mensajero –posiblemente, Judas Tadeo, uno de los apóstoles y primo de Jesús–. El rey solicitó el retrato para que le curara de una enfermedad. En una ocasión se dice que el cuadro fue pintado por un pintor (hacia 400); en otro caso (entre 609 y 726) se describe cómo la imagen surgió al secarse sobre un lienzo cuatro veces plegado (tetrádiplon), después de que el pintor reconociera que era incapaz de pintar a Jesús. En el sudario de Manoppello se aprecian también cuatro pliegues.

Las leyendas en torno al rey Agbar presentan paralelismos con una versión temprana de la narración en torno a la Verónica, en la que esta ruega a Jesús que le entregue una efigie suya, con la que consigue la curación del emperador Tiberio (42 a.C. - 37 d. C.).

El motivo de la aparición al secarse se recoge además en una leyenda que surgió, entre 284 y 305, en Camulia, una población cercana a Edessa, en una época de persecución contra los cristianos, así como en una narración de Menfis, del siglo VI.

En una leyenda, que debió de surgir entre 560 y 574, una pagana encontró en una fuente la efigie del Señor pintada sobre un lienzo: cuando lo extrajo del agua, no estaba húmedo; esto es lo que sucede con el biso, el material de que está hecho el sudario de Manoppello. Lo guardó en su manto, en el que se reprodujo asimismo la imagen: al parecer, en aquel entonces estaba generalizada la idea de que existían varios lienzos con la efigie de Jesús.

Jerusalén, Via Dolorosa, VI.
El rey Abgar V, tapiz holandés del siglo XV.
Sudario del Maestro de Flémalle, hacia 1430
Epitafio bajomedieval, Sankt Emmeram, Ratisbona